jueves, enero 31, 2008

10 Razones por las que el 2007 ha sido un gran año para el cine. Vol.1


Fincher nos entregó, a primeros de año, algo tan bueno, tan bien hecho, que casí deberían haber cerrado los cines un par de semanas tras retirarla de las carteleras. Una obra genial.


Juno es de esas películas que suelen verse una al año, y si hay suerte. ¿Su mejor virud? Que ya no tendréis que preocuparos de pensar en que película recomendar cuando os pregunten...sea quién sea.


Cronenberg avisa desde la primera escena: cortar un cuello no es tan simple, ni tan limpio, como creíamos. Tal vez nada lo sea, y el quiere mostrarlo.


Sobria, pero emotiva, Control desmonta los biopics al uso, y nos regala, de la mano de Sam Riley, una de las mejores interpretaciones del año.


De formas poderosas, expiación huele a cine del grande por todas partes, a pesar de que, tal vez, solo la primera mitad de la película merezca considerarse como tal. Imperfecta, pero condenada a perdurar.

domingo, enero 27, 2008

Black Hole


Maravillosamente escrito. Me ha encantado.

Strawberry Shortcakes


Cuatro chicas tratando de salir adelante, un marco bello, y opresivo, un dios en forma de piedra y acuarela. La película, sin ninguna prisa, se ensimisma en sus planos perfectos, jugando a ser la vida misma, que a veces te atrae, y otras te obliga a desconectar.
Para un día contemplativo, con pequeños sobresaltos de crudeza y ternura.

viernes, enero 25, 2008

miércoles, enero 23, 2008

Épicas


Inauguro una nueva temática en la sección de videos. The warlords y Mongol ya están disponibles en la red.

Ha muerto Heath Ledger


Me ha puesto bastante triste esta noticia, así que quiero dedicar un hueco en mi blog a la memoria de uno de los mejores actores de su generación. Descanse en paz.

viernes, enero 18, 2008

City of Violence


Coge las influencias de Kill Bill, pásalas por el filtro de Kill Bill, y esto, más o menos, es lo que tienes en "City of violence". Claro que de diálogos y argumentos, pues casi ni hablamos, pero hay tardes que casi que sobran.

lunes, enero 14, 2008

Entrevista a Haruki Murakami




Por Juana Libedinsky
Para LA NACION - Waikiki, 2007




Son las cuatro y media de la mañana en la célebre Waikiki Beach, pero en el mar ya hay centenares de surfers esperando las olas perfectas que trae el amanecer. En tierra, sin embargo, en todo el hotel Halekulani, uno de los más tradicionales y glamorosos que dan a la emblemática playa de Hawai, hay una sola luz prendida: la de la habitación de Haruki Murakami que, como todas las mañanas, se levantó antes del alba para ponerse a trabajar.

Murakami, uno de los escritores japoneses más importantes e internacionalmente aclamados de la actualidad, autor de best sellers como Kafka en la orilla (2002), After Dark (2004), Underground (1997), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994) y Tokio Blues (1987) entre otros, luego saldrá a correr y nadar ("Hawai es el paraíso para quienes somos triatlonistas", aclarará horas más tarde a LA NACION); almorzará, dormirá la siesta, escuchará jazz, traducirá clásicos contemporáneos del inglés al japonés y estará en la cama antes de las nueve.

"Escribo cosas raras, muy raras -reconoce respecto a sus historias, que mezclan realidad y fantasía, y que los críticos Occidentales han calificado de posmodernas-. Pero soy una persona muy realista. No creo en nada New Age : el horóscopo, el tarot, los sueños. Solo hago ejercicio físico, como sano, escucho música y trabajo. Sin embargo, cuanto más serio me vuelvo en la vida real, más extrañas son las cosas que escribo. Por eso uno de mis escritores favoritos es Manuel Puig, con esa imaginación tan libre. Encuentro un punto en común muy fuerte entre su literatura y la mía", comenta en un perfecto inglés, fruto de una temprana pasión por Hemingway, Scott Fitzgerald y la literatura americana en general, además de largas estadías en las universidades de Harvard y de Hawai como escritor visitante.

Parte de esa seriedad implica un total rechazo a su fama en el mundo de las letras y una total aversión a ser reconocido. "Tengo pánico a convertirme en una celebridad y tomo todas las medidas necesarias para que eso no ocurra. Nunca aparezco en la televisión, no voy a las fiestas -odio las fiestas-, no doy charlas, no tengo amigos famosos, no tengo amigos escritores, no aparezco en librerías para firmar mis libros, no uso Armani sino shorts y zapatillas siempre, y no dejo que me saquen fotos ni suelo dar entrevistas salvo casos como este. Como sé que las posibilidades de que tome elsubte en Buenos Aires son bastante escasas, no me importa volverme conocido allí. Pero lo que no quiero es que la gente me reconozca en el colectivo en Tokio o no poder ir a las tiendas de discos viejos en Estados Unidos", dice.

Por eso, extrema precauciones: una condición de la entrevista era que se desarrollara en la habitación de la cronista, a puertas cerradas de cualquier huésped. Y si bien Murakami (Kioto, 1949), que tiene un estado físico formidable y luce mucho menor que su edad, es encantador y entusiasta respecto a las fotos (acepta posar en el balcón del cuarto a pesar de su pánico a las alturas), es evidente su sensación de alivio cuando todo acaba y se pasa a una charla más íntima, sin grabador.

"Nunca entiendo por qué los medios quieren saber de mí, porque la mayor parte del tiempo no me siento nada especial -confiesa-. Puede haber cierta magia cuando escribo, pero el resto del día soy nada más que un amante del jazz como hay millones por ahí."

-¿Cómo fue su primer encuentro con el jazz?

-En un cumpleaños muy especial: mis 16, cuando mis padres me regalaron una entrada para mi primer concierto. Era 1964, y Art Blakeley y The Jazz Messengers estaban tocando en Japón. Fue un instante que cambió mi vida, porque jamás había escuchado música tan sorprendente, así que me volví un gran fanático del jazz y más adelante, un escritor al cual el jazz le enseñó todo.

-También hubo un instante que cambió su vida cuando decidió ser escritor, ¿verdad? Usted escribió su primera novela, Hear the Wind Sing (1979), a los 30 años.

-Exactamente. Estaba en un partido de baseball en Tokio, cerveza en mano, y al mirar al bateador pegarle a la pelota en una jugada clave y luego correr hasta la seguridad de la segunda base, me pasó por la cabeza la idea de que yo podía ser escritor. No se me había ocurrido antes. Con mi mujer regenteábamos un bar de jazz y como mucho había soñado con ser músico. Pero supe que podía hacerlo, solo que no tenía amigos con los cuales hablar de literatura ni nadie que me enseñase a escribir, así que tuve que basarme en lo que sabía, que para entonces era la música. Aún hoy, al sentarme frente al teclado de la computadora, pienso que estoy ante un piano y me pongo a tocar, y ya tres décadas después de haberme vuelto un escritor profesional, sigo aprendiendo mucho de la escritura de la buena música. Por ejemplo, todavía tomo la constante autorrenovación de la música de Miles Davis como modelo literario.

-¿Cómo relaciona su escritura y la composición musical?

-El ritmo es lo más importante porque es la magia, lo que invita a la audiencia a bailar y lo que yo quiero son lectores que bailen con mis palabras. No quiero que entiendan mis metáforas ni el simbolismo de la obra, quiero que se sientan como en los buenos conciertos de jazz, cuando los pies no pueden parar de moverse bajo las butacas marcando el ritmo. Luego viene la melodía, que en literatura es un ordenamiento apropiado de las palabras para que vayan a la par del ritmo y la armonía. Después llega la parte que más me gusta: la libre improvisación. Yo empiezo a escribir sin ninguna estructura, apenas con alguna imagen o una serie de personajes que me interesan. Así como los lectores, no puedo esperar a dar vuelta la página para saber qué pasa con esta gente que he creado, porque no tengo idea del argumento, simplemente dejo que la historia fluya libremente desde mi interior y me sorprendo a mí mismo. Por eso creo que la libre improvisación es simplemente llegar a la esquina sin aliento para ver qué hay al girar en ella, con un sentimiento de excitación que debería ser transferido a los lectores, lo mismo que la sensación de libertad. Esto ya es el punto final, la elevación, esa emoción que uno experimenta al completar su interpretación y sentir que ha alcanzado un lugar nuevo y significativo, que ha logrado mover a la audiencia del punto A al punto B, que la ha transformado y nunca volverá a ser la misma. Es una culminación maravillosa que no puede obtenerse de ninguna otra manera e implica que el lector o quien ha escuchado la música ya es otra persona. Cualquier libro que logra eso se ajusta a mi definición de un buen libro.

-¿Qué libros lograron que usted se sintiera otra persona luego de leerlos?

-Uff, muchos, Dostoievski, Kafka, Dickens, Scott Fitzgerald, Carver, García Márquez, Manuel Puig

-Me sorprende que Puig sea el primer escritor argentino que menciona y no Borges, sobre todo porque varios críticos lo han comparado con él.

-Borges es un gran escritor, pero nunca me sentí muy atraído por su trabajo. Por supuesto, es un honor la comparación, pero creo que la imaginación de Borges es, cómo decirlo, mucho más terrenal que la mía. En cambio, con Manuel Puig me siento muy identificado, tenemos una imaginación más posmoderna o contemporánea supongo. En los años 80 me la pasaba leyendo a Manuel Puig. La traición de Rita Hayworth la debo de haber leído infinidad de veces. Me gusta mucho la imaginación de Puig, tan libre que le permitió sobrevivir a pesar de ser una persona muy sensible y solitaria, que sufrió mucho. Encuentro un punto en común muy fuerte entre su literatura y la mía: el tema de la soledad. Como soy un hijo único, criado entre mis discos y mis gatos, pude entender su fascinación por el cine, porque se trata de un lugar muy íntimo donde uno puede establecer con los personajes de la pantalla las relaciones profundas que tanto cuesta entablar con las personas de verdad. Es uno de mis escritores favoritos y sin duda mi preferido de la literatura argentina. En cuanto a la música, por supuesto que el tango es muy popular en Japón y supongo que el sueño de cualquier músico de jazz siempre va a ser el de haber podido colaborar con Piazzolla. Pero a mí me gusta el Gato Barbieri que es a quien más escucho.

-Lo atrae mucho la cultura popular

-Sí, soy fanático de la serie Lost en televisión, hasta compré la casa en Hawai donde se filmó la primera temporada; la única otra serie que recuerde que me haya gustado tanto fue Twin Peaks , de David Lynch, hace años. Estaba tan obsesionado con el programa que no podía esperar el capítulo siguiente. Yo no soy un tipo inteligente de gustos sofisticados: me gustan las buenas historias y punto. Si una buena historia está en un libro o en la televisión, para mí es lo mismo, la admiro. Pero a las cosas intelectualosas sin una buena historia detrás no las admiro, porque no tengo gustos académicos: antes de ponerme a escribir tenía un bar de jazz donde yo preparaba los sándwiches y servía los tragos hasta la madrugada. Soy un mero trabajador, que disfruta de la cultura popular, mientras que la mayor parte de los escritores son unos esnobs que ni a mí me gustan ni yo les gusto a ellos.

-¿Se inspira en la cultura popular?

-Para mí la cultura popular, incluso la más comercial, es como una gran reserva natural de donde los escritores podemos tomar infinitos temas para establecer una comunicación directa con los lectores. Si yo tomo como título de un libro el de una canción de los Beatles, como en mi novela Norwegian Wood [en castellano, Tokio Blues ]), sé que a muchos eso les va a sonar y ya así se crea algún nexo entre nosotros. A la vez, la cultura pop es como el agua, y con algo tan simple como abrir la canilla podemos tomarla para nutrirnos. Es tan imposible escapar de ella, como del aire que respiramos. Todos comemos una hamburguesa de McDonald s, miramos la televisión o escuchamos a Michael Jackson. Es algo tan natural que ni siquiera nos paramos a pensar que todo eso es cultura. Por eso, si uno escribe sobre la vida en la ciudad -sea Buenos Aires o Tokio-, no incluir estas cosas sonaría falso. Supongamos que describo a una chica cualquiera que se despierta con una canción de Madonna y se va de compras al shopping , ¿qué tiene de especial eso? ¡Nada! Y justamente yo quiero que la gente sienta que lo que escribo no es forzado. Por eso tengo que colocar referencias a la cultura popular todo el tiempo. Y además, porque me gustan los Rolling Stones, los Doors, las películas de terror, los cuentos de detectives. No es que yo quiera escribir como quienes hacen la ficción más popular en cuanto a contenido, pero sí tomar las estructuras de la cultura popular y rellenarlas con cosas mías. El resultado es que ningún escritor me quiere, ni los que escriben novelas pasatistas ni los escritores serios. Yo estoy en un punto intermedio entre ambos, haciendo algo nuevo, pero creo que voy ganando territorio, porque los otros escritores no estarán de mi lado, pero los lectores sí.

-¿Por qué hay tantos gatos en su ficción?

-Supongo que porque soy un amante de los gatos, los perros no me interesan nada. Desde chico fue así, yo era muy solitario pero en casa había gatos que me acompañaban. Siempre fueron buenos amigos para mí y yo no los considero mis mascotas sino mis pares, incluso muchas veces mis superiores. Suelen decirme a su manera que son mejores que yo, pero a mí eso no me importa, más bien tiendo a estar de acuerdo con ellos.

-Sus escenas de sexo son mucho más fuertes de lo que tradicionalmente se encuentra en la literatura japonesa contemporánea. Incluso, para muchos, usted es el escritor que mejor retrata el sexo hoy.

-Escribo las escenas de sexo porque la actividad sexual nos ayuda a abandonar por un rato el mundo exterior y entrar en nosotros mismos. Es también una forma de comunicación y a la vez es algo festivo, que implica que hubo una historia detrás. Freud sostenía que todas las actividades humanas derivan del sexo. Mi entendimiento del tema es distinto, pero sí creo que el sexo es la puerta más común para entrar en las profundidades de la mente. Hay otras puertas, como la enfermedad mental o la creación, pero el sexo es la más fácil.

-¿Y divertida?

-Supongo que sí, en la mayor parte de los casos, pero no para quien escribe acerca de eso. Cuando empecé a escribir sobre sexo, 26 años atrás, me daba una vergüenza tremenda y me sigue costando horrores, no sé dónde meterme. Tampoco podía escribir escenas de violencia, pero practiqué y fui mejorando, supongo. Para mí, escribir de sexo o de violencia es lo mismo: es un desafío que me pongo, parte de la responsabilidad de ser escritor y retratar la vida. Me lo propongo como un ejercicio, como si tuviera que desarrollar unos músculos en particular antes de una maratón.

-Se lo califica de escritor posmoderno, ¿qué quiere decir exactamente eso?

-Supongo que tiene que ver con que no me interesan nada las historias realistas, por eso amo a García Márquez o Manuel Puig. Siento que mi trabajo como escritor es entrar en lo más oscuro de mi ser, explorar las zonas más peligrosas y raras de la mente sin ningún mapa o direcciones, para sacarlas a la superficie y ponerlas sobre papel. Ahora, si uno no puede volver a la superficie, es un infierno, entonces hay que estar bajando a las profundidades más aterradoras y volviendo a subir a cada rato para no quedar atrapado dentro de uno mismo. Hay que ser un buen corredor de distancias para hacerlo, es como meterse, una vez más, en una maratón.

-De maratón usted entiende bastante, es un corredor casi profesional. ¿Cómo se vincula su entrenamiento físico con su escritura?

-En general no pienso en nada al salir a correr, como mucho, escucho música. Muy cada tanto me aparece una idea y pienso, ¡sí! Pero básicamente correr es parte de mi rutina como escritor y escribir es parte de mi rutina como corredor. Hawai es la Meca de los triatlonistas, y participé hace poco del triatlón de Honolulu. Mientras me entrenaba, durante ocho meses, escribí mi última novela, que saldrá en breve. Me levantaba a las cuatro de la mañana, tomaba un café y salía a correr por una hora, volvía y me ponía a trabajar hasta la hora del almuerzo, luego hacía una siesta y a la tarde traducía y escuchaba música para refrescar la mente. A las nueve de la noche a más tardar ya estaba en la cama. Jamás hago vida nocturna mientras escribo. Todo el último año estuve invitado por la Universidad de Hawai y avancé mucho en mi escritura, sobre todo porque a diferencia de lo que ocurre en Tokio, aquí no suena el teléfono a cada rato. La gente viene de vacaciones a Hawai: yo vengo a correr y trabajar, dos de las cosas que más me gustan, por eso la paso tan bien.

-A partir de ese momento en que está corriendo y se le ocurre una idea, ¿cómo se va formando una novela?

-En general la idea es una situación muy pequeña. Por ejemplo, en mi última novela, After Dark , arranqué con una escena en la que una chica de 19 años está en un restaurant tomando un café y leyendo y un chico de 21 se le acerca y le pregunta si su nombre es tal, ella dice que sí, y él le dice: "Te conozco". A partir de eso, sentí que podía armar toda una novela. No sabía quién era el chico ni quién era la chica, pero con esa escena llegó la confianza de que podía hacerlo. Si uno quiere escribir un libro, esa confianza es imprescindible. Yo veo mi trabajo de escritor como un oficio de paciencia, en el que solo debo esperar a que llegue esa confianza para ponerme a escribir.

-¿Y qué pasa si no llega?

-Siempre sé que va a venir, al menos, así me ha ocurrido en los últimos 25 años. Mientras tanto, siempre tengo traducciones para hacer, cuentos cortos y ensayos para escribir. A veces hasta intuyo cuándo va a llegar la inspiración. Mi última novela la empecé en las últimas Navidades, pero el verano anterior ya sabía que la haría e incluso que iba a ser muy larga. No puedo contar más porque es un secreto hasta que salga publicada en unos meses, pero insisto en que es un secreto muy gordo...

-¿Cómo sabe si un libro suyo es bueno?

-Dependo enteramente de mi mujer. Ella no escribe nada, pero es una crítica implacable. Cuando algo no le gusta, me lo dice y lo voy cambiando, en general, tres o cuatro veces hasta que me da el OK. A veces, pero muy pocas, un manuscrito le gusta tal cual se lo entregué, y entonces se lo llevo directamente al editor. Confío plenamente en ella. Además, cuando algo le gusta mucho, ¡después cocina unas cosas fantásticas para mí!

-Su trabajo de traductor no es menor. Se dice que Raymond Carver es conocido en Japón porque usted lo tradujo. Y una flamante traducción suya del Gran Gatsby colocó la novela de Scott Fitzgerald en la lista de best sellers

-Carver es un gran escritor que también hubiera llegado a ser conocido en Japón sin mi intermediación, pero reconozco que ayudé y con placer. Me gusta mucho traducir, me limpia la mente. No podría traducir a otros escritores posmodernos como yo (por ejemplo, Don DeLillo o Thomas Pynchon), ya que su propia locura chocaría con la mía. Pero Carver, Fitzgerald o Irving, grandes realistas que requieren una lectura muy precisa, son fantásticos para pasar al japonés porque, al tener que analizarlos tan de cerca, me van enseñando sus secretos.

-Como ensayista ha escrito trabajos fundamentales para entender el Japón de hoy. Underground, el libro que hizo sobre los ataques con gas en el subte de Tokio, que mataron a casi un centenar de pasajeros, resonó mucho, en especial después del once de septiembre. ¿Cómo fue ese trabajo y qué paralelos ve entre ese atentado y lo que ocurrió en EE.UU?

-Obviamente existe un fuerte paralelo entre ambas tragedias. Uno siente que la vida en la ciudad, las rutinas, se desarrollan sobre un piso firme y de repente se comprueba que no hay forma de escaparse del mundo más aterrorizador y oscuro, que uno puede estar entrando a trabajar como todos los días y de pronto la gente empieza a morir a nuestro alrededor. Es un escenario surrealista para la mayor parte de nosotros, y en el caso de Japón, yo quería realmente tratar de entender qué había pasado. Había leído todo lo que salió publicado en los diarios, pero no me era suficiente, necesitaba hablar con los sobrevivientes cara a cara y que ellos me contasen su historia. Lo sentía como parte de mi responsabilidad de escritor. Si mi habilidad es la de poner voces sobre papel, tenía que hacer que la de ellos perdurase, así que me encontré con las 64 personas, varias horas con cada uno. Fue una experiencia muy interesante. Los que colocaron el gas sarin que mató a tantas personas en teoría deberían haber sido los personajes más interesantes para un escritor. Pertenecían a un culto, de alguna manera eran idealistas en busca de un concepto más alto de Dios y la humanidad. Pero yo quedé fascinado por la gente común, sus víctimas. Eran personas con las que yo no tengo nada que ver y de quienes no podría ser amigo, gente aburrida que se mata trabajando, que vive pequeñas vidas en los suburbios. Pero me di cuenta de que podía amarlos, si no personalmente, como una fuerza, de la misma manera como un escritor ama a sus lectores. Y entonces me di cuenta también de la necesidad de escribir buenas historias. Porque, en el fondo, los miembros del culto, los terroristas, se habían creído una historia, una historia equivocada, que los llevó a matar. Yo creo que los escritores tienen la responsabilidad de llenar el mundo de historias buenas, que sirvan para acercar gente. Esto no tiene nada que ver con que esas historias contengan sexo o violencia como ingredientes. Lo que importa es que el mensaje final sea bueno para la sociedad. Las historias son demasiado poderosas como para que lo olvidemos.

domingo, enero 13, 2008

Hotel Chevalier


Hace un tiempo se estrenó en la red este corto. En principio, cumple las veces de prólogo de la nueva película del, para mí, genial Wes Anderson. Ocurrió que, dado que hay algo parecido en él a un desnudo de Natalie Portman, todo se desvirtuó de tal forma que, finalmente, solo verá la luz en el dvd. No importa demasiado, en todo caso, ya que lo tenemos disponible via on-line doblado al español.
A mí, que lo acabo de ver, me ha encantado. Solo doce minutos, pero capaz de hacerte sentir diferentes emociones a cuál más sutil, además de generarte unas ganas atroces de saber más. Por suerte, ya tenemos en el cine The Darjeeling Limited, y también en casa, si os conformáis con una copia decente, pero no perfecta.
Os he dejado el enlace, para que invirtáis vuestros mejores doce minutos del día.

sábado, enero 12, 2008

Tekkon Kinkreet


Pues si, directamente entre las grandes. Alucinante. No me esperaba algo así ni de coña...

Twitch


Si hay una página que visite todos los días, es esta. Desde luego, tiene algo especial, y esto, en la red, es mucho decir. Ya lo sabéis vosotros.
No se si os habréis pasado alguna vez, supongo que si, al menos os he dejado algún que otro enlace. Lo que ofrece, en todo caso, es todo un mundo dedicado al cine que crece en la sombra. Cine de culto antes de nacer.
El enlace de esta entrada es un buen ejemplo.

Linger


Johnny To se pone romántico y, si te descuidas, te emociona solo con el tráiler...

domingo, enero 06, 2008

Dark floors


Os dejo un enlace al teaser y al tráiler. Es terror, y tienen buena pinta, a pesar de esos monstruos híbridos del seños de los anillos y rob zombie.

sábado, enero 05, 2008

Universo Gantz


Psicodelia, voluptuosidad, violencia, delirio, desmesura, depravación...El manga de Gantz ha estirado las aristas que ya habíamos experimentado hasta generar un mundo de sentido propio que, si bien se parece al que conocemos, no lo es.
Una adaptación cinematográfica a cargo de Kiriya, creador de Casshern, daría como fruto inevitablemente una nueva obra de culto. Esta escena ya, por si sola, puede considerarse como tal.

Cine de Artes Marciales


Nuevo tema. Nuevos videos.

miércoles, enero 02, 2008

Críticas de cine

El blog de cine definitivo, pulsando en el título de esta entrada (Me parece que voy a dejar comentar las películas después de esto...)