sábado, octubre 08, 2005

Homunculus



HOMUNCULUS
Hideo Yamamoto, Ponent Mon
Páginas: 256, bn
www.ponentmon.com
A Susumu Nakoshi sólo le queda una cosa en la vida, su coche, y ya ni siquiera tiene gasolina para arrancarlo. Sin casa, ni comida, ni una moneda en el bolsillo se enfrenta a una dura elección: aceptar que está a punto de convertirse en un indigente o ser el conejillo de Indias de un oscuro experimento.

Hideo Yamamoto, conocido por el manga de culto Ichi The Killer, que posteriormente fue llevado al cine, nos presenta en Homunculus las debilidades del ser humano. Lo hace a través de Susumu Nakoshi, un joven vulnerable, desmotivado y apático que trata de sobrevivir a su propia desidia sin perderse en la más triste soledad. No habla mucho, se guarda sus palabras para él mismo o para su coche, su único amigo, su verdadero amor. “Hoy en día las personas son más máquinas que las propias máquinas”, dice convencido.
Ante la ausencia de palabras, el autor nos muestra al personaje a través de miradas desencantadas y reacciones inquietas plasmadas en un excepcional dibujo, tan realista como cautivador. Nos permite adentrar en la mente de Susumu y reconocemos en él la desesperación de un hombre que ve pasar sus días entre los bancos de un parque y las hojas de un libro, pero en el que cabe la esperanza de no descender completamente a los infiernos de la indigencia. En alguna parte le queda la esperanza de salir adelante y es justo en el momento más delicado, cuando se da cuenta de que ya solo tiene un coche inservible, cuando esa esperanza se materializa en forma de Manabu Itô, que llama a su puerta con una propuesta, agujerear, trepanar su cráneo.
Desde luego no parece muy saludable, pero quizá haya llegado un momento en el que por 700.000 yenes se deba dejar. Al principio le vemos nervioso y negado a participar en “esa locura”, pero Manabu Itô parece tan seguro de que no es peligroso que le hace dudar. “Simplemente es raspar un hueso”, le explica con tranquilidad. A cambio recibirá el dinero que tanto necesita y nacerá en él su sexto sentido.
La editorial Ponent Mon, comprometida en ofrecernos obras de calidad en tiempos difíciles, pone a nuestra disposición las 60 primeras páginas de Homunculus, para que los lectores decidan si es una buena inversión. Buena estrategia porque, la verdad, engancha. Y no es por la violencia explícita que mostrara en Ichi the Killer, Yamamoto seduce esta vez por la violencia que reside en el subconsciente humano, por el monstruo que lleva cada uno en su interior.
Este manga va por su séptima entrega en Japón y algunos dicen que en algún momento decae, para volver a sobreponerse después. Habrá que comprobarlo.
Por Paula Gullón




Que buena pinta.


En el diccionario dice que un homúnculo es:

m. Ser con características humanas, generalmente deforme y creado artificialmente: lo que salía en la película no eran personas, eran homúnculos horriblemente deformados.


Pero, personalmente, considero más interesante añadir esto:

El serio problema que la representación mental ha impuesto a la teoría psicológica es el de explicar de que forma estas representaciones pueden modelar, por sí mismas, al mundo en la mente humana. En otras palabras, es claro que nada puede ser intrínsicamente una representación de otra cosa. Algo se convierte en una representación sólo para alguien, todo sistema de representación requiere de un intérprete, independiente de este sistema, que lo utiliza con algún propósito. Este intérprete debe poseer una gran variedad de atributos psicológicos: debe poseer intenciones, debe ser capaz de comprender, debe tener objetivos y creencias, de tal forma que sea capaz de utilizar las representaciones para informarse sobre el mundo y ayudarse en el logro de sus metas (conversar, resolver problemas, reconocer, etc.). Este intérprete dentro de nuestra mente, es, en esta concepción, una forma de "homúnculo", y los homúnculos como lo --sabemos desde Descartes, padecen el mal de la regresión infinita. Lo que quiere decir que, al afirmar la existencia de un homúnculo dentro de la mente humana, caemos en la necesidad de recurrir a otro homúnculo dentro del primero que cumpla la misma función. Del mismo modo, más adelante necesitaremos de un tercero dentro del segundo... asi ad infinitum. Esta salida ad hoc, porque evidentemente no es una solución, no ha hecho más que transferir el problema de la representación de la mente humana a otra distinta, de tal forma que, como sostiene Dennett:

Hacer psicología sin homúnculos ha sido imposible. Pero hacerla con humúnculos nos ha llevado a la circularidad y el regreso infinito, al punto que ha convertido a la psicología en una empresa imposible. (Dennet, 1979:71)


Aunque sea solo en esto, creo que Dennet tiene razón.

También encuentro interesante lo siguiente, de lo que es más fácil que hayáis oído hablar. Si se presta atención, el caracter de infinitud ya estaba presente hace mucho tiempo, aunque de otra forma.

En 1677, el fabricante de lentes holandés Antón van Leeuwenhoek descubrió espermatozoides vivos –animálculos como él los llamó- en el fluido seminal de varios animales, incluyendo al hombre. Adeptos entusiastas escudriñaban por el “espejo mágico de Leewenhoek” (su microscopio casero), e imaginaban ver adentro de cada espermatozoide humana una criatura diminuta –el homúnculo u “hombrecillo”-. Se pensaba que esta pequeña criatura era el futuro ser humano en miniatura. Una vez que se implantaba en el vientre de la hembra, el ser humano futuro se nutría allí, pero la única contribución de la madre era servir de incubadora para el feto en crecimiento. Cualquier semejanza que el niño pudiera tener con su madre, sostenían estos teóricos. Se debía a las “influencias prenatales del vientre”.

Durante la misma década (los 1670), otro holandés, Régnier de Graaf, describió por primera vez el folículo ovárico, la estructura en la cual se forma la célula huevo (el óvulo) humano. Aunque el huevo humano real no se vio hasta pasados otros 150 años, su existencia fue rápidamente aceptada. De hecho, de Graaf atrajo a una escuela de adeptos, los ovistas, quienes estaban tan convencidos de sus opiniones como los animalculistas o espermistas lo estaban de las suyas, y rápidamente estos últimos se enfrentaron abiertamente con aquellos. Los ovistas decían que era el óvulo femenino el que contenía el futuro ser humano en miniatura; los animálculos de líquido seminal del macho simplemente estimulaban el crecimiento del huevo. Ovistas y espermistas llevaron esta discusión un paso lógico más adelante. Se pensaba que cada homúnculo tenía dentro de si otro ser humano perfectamente formado, pero más pequeño y que dentro de este había otro, y así sucesivamente: hijos, nietos y bisnietos, todos ellos en reserva para un uso futuro. Algunos ovistas fueron aun tan lejos como para decir que Eva había contenido dentro de su cuerpo a todas las generaciones no nacidas que todavía estaban por venir, con cada huevo encajando perfectamente dentro de otro a la manera de las muñecas rusas. Cada generación de hembras, desde Eva, había contenido un huevo menos que la generación precedente, explicaban y después de 200 millones de generaciones todos los huevos se habrían terminado y la vida humana llegaría a su fin.


Hay premio para quién se lo haya leído todo. Vaya post...